por Susana B. Ávalos Ferrer

Clara Ferrer Serrano

La escultora

Ella fue la que, con 26 años, en la escuela superior de arte – que hoy es parte de la Universidad Provincial de Córdoba- eligió dedicar sus afanes a la escultura. Las mujeres estudiantes de esa época no elegían esa opción.

Valiente, apasionada y empecinada en sus elecciones de vida. Siempre.

A las palabras de los expertos que encontraran en el sitio sólo puedo agregar su constante ocupación en el “camino elegido”.

La docente

Allí desplegó toda su humanidad al transmitir, compartiendo sus saberes aprendidos, con todos los detalles necesarios para que los alumnos fundamenten sus conocimientos: cómo elaborar los colores; modelar y dibujar barcos chicos y grandes, en ríos y mares. O árboles con follajes con muchas hojas, grandes o chicas.

Fue también docente en familia, contándome las historias de todxs los personajes de nuestro entorno familiar, con todos los detalles: fechas, frases y dichos típicos de los Ferrer y los Serrano. Mostrándome el entramado de situaciones que en aquella época “no se contaban a los jóvenes”. ¡Generosa siempre y orgullosa de serlo!

Conozco gracias a ella, mis raíces y afectos: ocupaciones, rencillas y caracteres de casi todxs. Un baúl maravilloso.

Mamá Negra

Fue mi madrina de bautismo, yo nací un 10 de abril, igual que ella. A mis 5 años, un verano, a la vuelta de la casa de Ambrosio Olmos 670 donde vivía, en el negocio del “Turco Alé” compró el cuaderno de tapas blandas y los broches mariposa. Fabricó las agujas de papel y dibujó los relojes con las horas; los cuartos; las medias; y me enseño ¡el tiempo!, amorosamente.

A mis 7 años, me hizo llegar a mi casa natal en Santiago del Estero, la revista de la UNESCO, que se llamaba “El Correo”. Ella me suscribió a la publicación mensual e hizo despertar mi amor por la lectura– actividad que ella practicaba ávidamente- y me permitió entrar en la cultura.

Hoy sigo en la misma, aprendiendo, como ella me lo anticipó. Por suerte pudimos compartir libros, películas, músicas y charlas, durante muchos años. ¡Muy buena cocinera! El arroz y las tortillas de papa, son hoy mis tesoros. Excelente cultivadora de plantas y árboles. Convirtió su páramo de pasaje Los Nogales 302, Argüello, en “un bosque encantado”: pinos, talas, casuarinas, robles, membrillos de jardín.

Mi profunda admiración y amor a mi mamá Negra.

Con y por ella conocí a un grande, Horacio Juárez, escultor, y también a otras personas que me dejaron importantes enseñanzas para mi vida. ¡Qué más puedo pedir!

Agradezco a Bernardo Ponce, mi amigo, pintor santiagueño que haya hecho posible la muestra retrospectiva de las obras de Clara Ferrer Serrano, vinculándome con Pablo Canedo ‘conocedor de talentos’ y Daniel Capardi ‘hacedor de mundos mágicos’.

Clara Ferrer Serrano se merecía, merece y merecerá siempre, mucho más.

Susana B. Ávalos Ferrer

por Clara Gordón Ávalos

Una mirada personal sobre Clara Rosa

Clara Rosa Ferrer Serrano – o como siempre la llamé, Tía Chicha – fue una mujer de avanzada; de creencias férreas; de espíritu intrépido y de una profunda Humanidad.

Describirla en la complejidad de su personalidad es imposible, pero acá hay dos pequeños momentos de su historia que dan cuenta de gran parte de su esencia – ambos me fueron referidos por mi madre, Susana.

Hacia finales de la década del ’30 del siglo pasado, cuando Chicha comienza a estudiar en la Academia Provincial de Bellas Artes, era muy infrecuente que una muchacha bien de la alta sociedad de la capital cordobesa pensara en formarse más allá de la carrera docente.

Las relaciones familiares eran, en general, mucho más formales de lo que son ahora.

En esa atmósfera, en la casa familiar sita en Ambrosio Olmos 670  habría sucedido esta conversación, entre Chicha y su padre, José Alberto (J.A.) :

– Chicha: Papá, qué hace despierto, tan tarde

– A.: La esperaba Chicha. Usted está llegando muy tarde todas las noches, así que quería preguntarle si necesita algo, si le sucede algo.

– Chicha: Bueno Papá, yo no quería que usted se preocupara. Lo que pasa es que empecé a cursar en Bellas Artes; y me di cuenta de que esto es lo que quiero hacer, trabajar con el arte. Y como estoy trabajando durante el día, he tenido que anotarme en los cursos y talleres de noche. Por eso es que llego tan tarde.

– A.: ¡Ay Chicha, pensé que tenía algún problema! Bueno, como usted llega muy tarde, yo voy a ir a esperarla a la Avenida, así no vuelve sola todo el camino.

– Chicha: Bueno. Gracias, Papá.

José Alberto iba a buscar cada noche a su hija mayor a la Avenida, salvo que Clara le avisara que tendría alguna actividad extra, luego de terminar sus clases.

Saltamos casi cuarenta años, estamos en 1979. La Tía Chicha ya es una adulta mayor (tiene 61 años) y mi madre, Susana está por ingresar a la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, para intentar finalizar la carrera de Abogacía. Sus hijxs tienen: 14 años Oscar Guillermo; 11 Carlos Octavio y 1 año yo – la  menor en ese momento y fruto de su segundo matrimonio.

Estaban en una confitería que se encuentra justo frente a la Facultad, cruzando la Avenida Figueroa Alcorta; La Tía Chicha había venido a acompañarla.

En ese momento, la Argentina estaba bajo el gobierno dictatorial e ilegítimo de las Fuerzas Armadas. Y en la instancia de ingresar a la Facultad se hacían ‘controles de antecedentes’ a todxs les que pretendían inscribirse.

Todxs conocían alguna historia de compatriotas que habían sido detenidxs, ilegalmente y sin causas que lo ameritaran, en instancias como esa; y también sabían que de muchxs no se conocía su paradero -incluso después de intensas búsquedas y trámites realizados por su familia.

Antes de ingresar le dijo a mamá lo siguiente:
– Chicha: Bueno chica, andá. Si en 45 minutos no estás de vuelta, la voy a ir a hablar a xxx que es la esposa del Mayor xxxxxx. Yo ya le avisé que veníamos a que te inscribieras hoy.

Sin que ella supiera, había hecho todas las gestiones al alcance de su mano para resguardarla –lo poco que era posible- si la detenían ilegal y arbitrariamente.

Clara Rosa Ferrer Serrano –a.k.a Chicha Ferrer- era como dije más arriba: una mujer valiente; amorosa; humana  y siempre generosa con quienes fuimos sus afectos. Además de una Gran Artista.

Clara Gordón Ávalos

Clara Ferrer Serrano en dibujos de su esposo, el pintor Antonio Pedone.

Clara Ferrer Serrano por el escultor Horacio Juárez.